niño con cara de susto por un “no pedo”
Yo creo que en algún momento de nuestra vida a todos no ha pasado, sientes un retorcijón, miras, no hay nadie, entonces te quedas más tranquilo y le das vía libre a ese molesto gas intestinal, pero en cuestión de decimas de segundo te das cuenta que le has abierto la puerta a todo un ejercito de excrementos líquidos y malolientes. Son momentos de confusión tremenda. Si estás en casa la cosa se arregla con una ducha y cambio de ropa. Pero si estás trabajando, paseando o en casa de tu suegra, la cosa pinta muy mal. Recuerda el consejo que te daba tu madre: “Nunca abras la puerta a desconocidos”. Y no te confíes, a veces entreabres la puerta, sale un pequeño gas y ya te confías, en esos casos prepárate que ni el mejor dodotis podrá contener todo lo que viene.
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